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Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:2-4

En estas palabras podemos señalar tres ramificaciones:

En primer lugar, la ocasión.

En segundo lugar, la tentación misma.

En tercer lugar, la respuesta de Cristo.

En primer lugar, encontramos la ocasión de la primera tentación, esto en el segundo verso, Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.”

I. De su ayuno.

II. De su hambre.

Y algo debo exponer sobre ambos de forma conjunta, y algo de forma distintiva y separada.

1. Conjuntamente. En cada parte de la humillación de nuestro Señor, hay una emisión de algunos rayos de su Deidad, que cada vez que se le ve como un verdadero hombre, se le puede conocer como verdadero Dios también. ¿Cristo está hambriento? Estuvo en un ayuno de cuarenta días continuos, para mostrar cómo Dios pudo sostener su naturaleza humana. Se ve la realidad de su naturaleza humana, porque se sometió a todas nuestras debilidades más sin pecado. El poder de su naturaleza divina se manifestó, porque le permitió continuar cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada, siendo que lo máximo que un hombre ordinario puede ayunar es normalmente nueve días. Así, su divinidad y su humanidad se expresan en la mayoría o en todas sus acciones, Juan 1:14, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre).

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¡Gracia y Paz del Señor!
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