El nombre del Obispo Latimer es bien conocido por todos los lectores de la historia de la iglesia inglesa. Probablemente, hay pocos que no hayan escuchado o leído que hace trecientos años existía una reina de Inglaterra que fue llamada “María la Sanguinaria”, y que muchos hombres fueron quemados vivos durante su reinado porque no renunciaron al protestantismo, y que uno de estos hombres fue el obispo Latimer.
Pero quiero que los ingleses conozcan mejor estas cosas en la actualidad. Quiero que se familiaricen a fondo con la vida, los actos y las opiniones de los principales reformadores ingleses. Sus nombres deberían ser algo mejor que adornos trillados para señalar un discurso de plataforma y trampas retóricas para provocar una ovación de Exeter Hall. Sus principios no deberían ser unas sombras vagas y nebulosas “desde la cual asomarnos a la distancia”, sino algo claro, distinto y bien definido ante los ojos de nuestra mente. Mi deseo es que los hombres comprendan que los mejores intereses de este país están ligados al protestantismo. Mi deseo es que los hombres escriban en sus corazones que el bienestar de Inglaterra no depende del comercio, de los políticos inteligentes, del vapor, de los ejércitos, de las armadas, del oro, del hierro, del carbón o del maíz, sino de la preservación de los principios de la reforma inglesa.