La fe. La primera venida a Dios (buen pueblo cristiano) es a través de la Fe, por la cual (como se declara en el último Sermón) somos Justificados ante Dios. Y para que nadie se engañe, por falta de comprensión de la misma, hay que tener en cuenta que la Fe se toma en la Escritura de dos maneras.
Una fe muerta. Hay una fe, que en la Escritura se llama una fe muerta, que no produce ninguna obra buena, sino que es ociosa, estéril y sin fruto. Y esta fe, por el santo Apóstol Santiago, es comparada con la fe de los Demonios, que creen que DIOS es verdadero y justo, y tiemblan de miedo, pero no hacen nada bueno, sino todo mal (Santiago 2.17, 19). Y tal manera de actuar tiene el pueblo cristiano malvado y perverso, que confiesa a DIOS (como dice San Pablo) en su boca, pero lo niega en sus hechos, siendo abominable, y sin la fe correcta, y reprobable para todas las buenas obras (Tito 1.16). Y esta fe es una persuasión y un convencimiento en el corazón del hombre, por el cual sabe que hay un Dios, y está de acuerdo con toda la verdad de la santísima palabra de Dios, contenida en la Sagrada Escritura. De modo que sólo consiste en creer en la palabra de Dios, que es verdadera. Y esto no se llama propiamente fe. Pero, así como el que lee los Comentarios de César, creyendo que son verdaderos, tiene un conocimiento de la vida y de los hechos notables de César, porque cree en la historia de César, no se puede decir que crea en César, de quien no busca ayuda ni beneficio. Por lo tanto, el que cree que todo lo que se dice de Dios en la Biblia es verdad, y sin embargo se siente tan autosuficiente, que no puede buscar para disfrutar de las promesas y beneficios de Dios: aunque puede decirse que tal hombre tiene fe y confianza en las palabras de Dios, no se dice propiamente que crea en Dios, o que tenga tal fe y confianza en Dios, por lo que puede esperar con seguridad la gracia, la misericordia y la vida eterna de la mano de Dios, sino más bien la indignación y el castigo, según los méritos de su mala vida. Porque como está escrito en un libro, titulado de Didymus Alexandrinus, Ya que la fe sin obras es muerta, no es ahora la fe, como un hombre muerto, no es un hombre.