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Entre los múltiples deberes que Dios Todopoderoso exige a sus fieles siervos, los verdaderos cristianos, con los que quiere que su nombre sea glorificado y la certeza de su vocación declarada, no hay ninguno que le sea más agradable ni más provechoso que las obras de misericordia y piedad mostradas hacia los pobres afligidos por cualquier tipo de miseria. Y sin embargo, a pesar de esto, es tal la pereza de nuestra embotada naturaleza para todo lo que es bueno y piadoso, que casi en nada somos más negligentes y menos cuidadosos que en esto. Por lo tanto, es muy necesario que el pueblo de Dios despierte sus mentes adormecidas y considere su deber en este aspecto. Y es necesario que todos los verdaderos cristianos busquen y aprendan lo que Dios requiere de ellos por medio de su santa Palabra, para que primero, conociendo su deber, del cual muchos por su negligencia parecen ser muy ignorantes, puedan después diligentemente esforzarse por cumplirlo. Con esto, tanto las personas piadosas y caritativas pueden animarse a seguir adelante y continuar con sus obras misericordiosas de dar limosna a los pobres, como también aquellos que hasta ahora lo han descuidado o despreciado, pueden ahora, cuando finalmente escuchen cuánto les corresponde, considerarlo sabiamente y aplicarse virtuosamente a ello.

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¡Gracia y Paz del Señor!
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