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Aunque no hay (mi buena gente cristiana) grandes enjambres de vicios que no sean dignos de ser reprendidos (a tal decadencia llega ahora la verdadera piedad y la vida virtuosa) sin embargo, por encima de otros vicios, los escandalosos mares de adulterio (o ruptura de matrimonio) prostitución, fornicación e impureza, no sólo han irrumpido, sino que también han desbordado casi todo el mundo, para la gran deshonra de DIOS, la excesiva infamia del nombre de Cristo, la notable decadencia de la verdadera Religión, y la destrucción total de la riqueza pública, y eso tan abundantemente, que por el uso acostumbrado de la misma, este vicio ha crecido a tal altura, que en cierto modo entre muchos, no se considera pecado en absoluto, sino más bien un pasatiempo, un coqueteo, y sólo un toque de la juventud: no se reprende, sino que se le guiña el ojo; no se castiga, sino que se le sonríe.

Por lo tanto, es necesario, en este momento, hablar del pecado de la prostitución y la fornicación, declarando la grandeza de este pecado, y cuán odioso, detestable y abominable es, y siempre ha sido considerado vil ante Dios y todos los hombres buenos, y cuán gravemente ha sido castigado tanto por la ley de Dios, como por las leyes de diversos Príncipes.

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¡Gracia y Paz del Señor!
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